La historia de Dalila

Cuando tenía diez años, Dalila y su familia viajaron un día en un bus, de camino a lo que parecía el fin del mundo.  Su padre era agricultor, dueño de algunas parcelas lo suficientemente grandes como para que su familia fuera objeto de amenazas y extorsión, pero no tanto como para pagar las extraordinarias sumas de dinero que los delincuentes demandaban de ellos.

Dalila se sintió deprimida cuando supo que en la pequeña comunidad donde se reubicaron no había escuelas, ni buses que viajaran a ningún pueblo cercano.  Le rogó a su padre que la dejara ir a vivir con una tía, en un pueblo donde había un colegio.  Después de varios meses de insistir, el padre accedió.  Al terminar la primaria, le pidió que la dejara mudarse a el pueblo que había abandonado a la fuerza hacía tantos años para asistir a una escuela que ofrecía el título de bachiller en ciencias y letras.  La joven fue inquebrantable en su compromiso con su educación y, una vez más, su insistencia convenció a su padre.  Regresó al pueblo, donde vivió sola en un cuarto.  Allí cocinaba su comida en una pequeña estufa.  Al final, alcanzó su meta de graduarse de secundaria.

El impacto de Dalila

“La beca me ayudó a mostrarle a los demás que la educación es esencial para poder mejorar; y mi trabajo me ha permitido costear la educación de mi familia”.

En el 2010, Dalila cerró pensum en la Universidad Francisco Marroquín y después trabajó durante tres años en un banco de la ciudad de Guatemala, antes de obtener una beca parcial para cursar una Maestría en Administración de Empresas en un prestigioso programa de Barcelona. Indiscutiblemente, Dalila ha impactado a su familia: desde su graduación, dos de sus primas se han inscrito en alguna universidad. También dos de sus hermanos están cursando carreras universitarias, gracias a su apoyo económico y moral, y al ejemplo que ella les ha dado.